Ésta y otras preguntas son las que se hacen fotógrafos y ecologistas de todo el mundo. El problema del destrozo medioambiental humano continúa irremediablemente. Cambiar el sistema, buscar energías alternativas, eliminar el concepto de importancia del dinero, educar a los niños y familias, establecer sistemas de reciclado ultra-fáciles...En definitiva, utilizar la imaginación, sudor y lágrimas para salvarnos. Sí, salvarnos, porque nosotros somo planeta y el planeta es humano. El falso concepto de homocentrismo que se ciñe hoy por hoy sobre las mentes de la población es indiscutible, camuflado por el afán por lo demostrable sobre lo indeterminado, una confusión tan grave como problemática, un infantilismo ilustrado. El hombre según ilustres figuras respetadas y anticuadas. Un afán por establecer modelos intolerantes y egoístas. El problema es que, aunque en un principio estas ideas pueden tener un fin práctico, hoy la naturaleza está demostrando que no es realmente así. El mundo no es algo determinado, lo es nuestro cerebro, lo que realmente sí tiene una finalidad práctica, desde una perspectiva puramente ideológica y parcialmente biológica. Hay que empezar a acostumbrar nuestro cerebro a lo indeterminado, pues es lo más real biológicamente imaginable. La realidad, por mucho que nos cueste reconocerlo, está formada por infinitos y ceros.
La solución que propone Joel Sartore es admirable, un fotógrafo profesional implacable en su ideología que piensa llevar sus planes, literalmente, al infinito, pues el arca fotográfica, como bien dice Sartore, nunca muere. Mediante su talento para captar imágenes espectaculares de, literalmente, 3000 especies, Sartore pretende educar a la población con el uso de la foto. Y esta cifra, esperemos, seguirá aumentando.
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