El
diseño y la composición de las piezas del casco presurizado de estas naves son
claves para soportar la presión que el agua ejerce sobre ellas.
Los pequeños batiscafos Trieste y Deepsea Challenger
lograron descender en 1960 y en 2012, respectivamente,hasta el fondo de la fosa de las
Marianas, a unos 11 kilómetros de profundidad, el
punto más hondo conocido de los océanos.
Estos ingenios
fueron especialmente construidos para tal propósito y su diseño difiere en gran medida del de los grandes sumergibles, especialmente los militares, ideados para transportar en silencio pesadas cargas y numerosos
tripulantes. En general, la mayoría de estos últimos no puede
bajar más allá de los 500 o 600 metros.
No obstante, a esa
profundidad, la presión es unas sesenta veces mayor que en la superficie. Así,
estos ingenios se construyen con materiales que presentan una gran capacidad de compresión y expansión, que pueden
adaptarse a las maniobras de descenso o ascenso.
En general, el casco
de los submarinos de mayor tamaño es una estructura doble que se construye de
forma cilíndrica y en acero flexible. Este suele ser el caso de los de la OTAN.
Los submarinos estadounidenses de ataque de la clase Virginia emplean la variedad HY-100, que es a la vez dúctil y muy resistente. Los rusos, por su parte, han
utilizado para algunos de sus modelos titanio, más fuerte y ligero, aunque
menos elástico. No obstante, en otros casos, especialmente en China, se ha optado por fibra de vidrio.
Por otra parte, las formas redondeadas soportan mejor las inmersiones a gran profundidad,
pues el agua ejerce idéntica presión en todos los lados del submarino.
Además, sus cubiertas no están pegadas al casco, sino suspendidas de cables a
una cierta distancia del mismo, ya que de otro modo quedarían seriamente dañadas
cuando la nave llevara a cabo un descenso prolongado.
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