Si durante décadas el mundo ha temido el agotamiento de las reservas de combustibles fósiles, el riesgo del cambio climático ha cambiado de orientación de los temores. Un tercio de las reservas de petróleo, la mitad de las de gas y más del 80% de las de carbón no deben tocarse en los próximos 40 años para tener al menos un 50% de probabilidades de controlar el cambio climático, es decir, de evitar que la temperatura media del planeta suba más de dos grados, la frontera estimada por los científicos a partir de la cual los impactos del calentamiento global pueden ser realmente graves. Esta conclusión alcanzan dos investigadores del Reino Unido que han calculado la cantidad de CO2 máxima que admite la atmósfera para no superar el límite de peligro, la distribución regional de reservas y recursos disponibles de dichos combustibles en todo el planeta y las emisiones que provocarían.
Las reservas de combustibles fósiles tienen el potencial de generar tres veces más dióxido de carbón de lo permitido si el calentamiento global no ha de superar los dos grados. Además, las nuevas explotaciones de combustibles, como las del Ártico, son incompatibles con los esfuerzos para limitar el cambio climático.
Las emisiones acumuladas de CO2 entre 2011 y 2015 no deben superar una horquilla de entre 870 y 1.240 gigatoneladas para tener ese 50% de probabilidades de no superar, a mediados de siglo, la barrera de los dos grados sobre la temperatura media preindustrial. Pero la quema de las reservas de combustibles fósiles generaría unas 2.900 gigatoneladas de dióxido de carbono.
McGlade y Ekins diferencian entre recursos y reservas, refiriéndose con los primeros a la cantidad total de petróleo, gas y carbón obtenible con las tecnologías actuales y las futuras, independientemente de las condiciones económicas, mientras que las reservas son la parte de los recursos recuperables con la técnica y la economía presentes. La combustión de los recursos generaría 11.000 gigatoneladas de CO2. Las reservas estimadas son 1,294 billones de barriles de petróleo, 192 billones de metros cúbicos de gas, 728 gigatoneladas de carbón bituminoso y 276 gigatoneladas de lignito.
Los escenarios de futuro investigados también tienen en cuenta el efecto de la tecnología de secuestro de carbono. Los resultados muestran que su efecto sería relativamente pequeño, permitiendo un incremento del 6% en la quema de carbón y un 2% tanto para el gas como para el petróleo. Advierten que es secuestro de carbono, debido sobre todo a su alto coste, no entraría efectivamente en funcionamiento hasta 2025. Los resultados muestran que la intención de los responsables políticos de explotar rápida y completamente sus combustibles fósiles territoriales son, en conjunto, inconsistentes con sus compromisos con el límite el temperatura. Si se pusieran en marcha esos compromisos políticos serían innecesarias las sustanciales y constantes inversiones en la exploración de combustibles fósiles porque cualquier nuevo descubrimiento no podría traducirse en más producción. Además, recalcan que la explotación de recursos en el Ártico y cualquier incremento de la producción no convencional de petróleo son incompatibles con los esfuerzos de limitar el calentamiento medio a dos grados.
La información detallada, afirman, es importante en relación con los pactos internacionales para controlar el calentamiento porque la limitación del uso de combustibles fósiles tendrá efectos desiguales entre los países. Solo un acuerdo climático global que compense a los perdedores y que sea percibido como equitativo por todos los participantes puede imponer límites estrictos sobre el uso de combustibles fósiles a largo plazo.
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