La capa de ozono en la Antártida se recuperará hacia 2080
La historia del llamado agujero de la capa de ozono: en
menos de 20 años se predijo el problema (y después mereció el Nobel), se midió
sobre la Antártida y se alcanzó un acuerdo internacional (Protocolo de
Montreal, 1987) para prohibir el uso de los compuestos químicos que destruyen
el ozono. El grosor de la capa de ozono sobre la Antártida recuperará, en 2080,
los niveles de 1950.
La capa de ozono es una pantalla natural
que filtra la radiación ultravioleta de la luz solar nociva para los seres
vivos, capaz de provocar en las personas quemaduras de piel, cáncer y
cataratas. Una molécula de ozono está formada por tres átomos de oxígeno y en
la estratosfera se concentra en una banda a una altura de unos 20 kilómetros.
Hay una molécula de ozono por cada 100.000 moléculas de aire. Se genera ozono
cuando la radiación ultravioleta rompe moléculas de oxígeno, y se destruye por
reacciones químicas del cloro y del bromo, emitidos a la atmósfera en los CFC y
los halones.
En los ochenta se emitían 500.000 toneladas de CFC al año, alcanzándose un
valor acumulado de 30 millones de toneladas en la atmósfera, una sexta parte de
las cuales llegaban a la estratosfera.
Aunque la destrucción del ozono no se limita a la Antártida, el agujero
antártico se debe a la meteorología allí y al frío extremo durante el
invierno, que reactiva la producción de cloro y bromo a partir de los gases
contaminantes; cuando llega la luz de primavera se acelera la pérdida de
moléculas de ozono.
En cuanto a los
destructivos CFC -prohibidos desde 2000 por el Protocolo de Montreal y
sustituidos por los compuestos alternativos en sus usos industriales- su nivel
alcanzó el máximo en 2001 y luego empezó a decrecer. Pero su efecto es duradero
y el agujero antártico sigue apareciendo cada primavera; en
2006 se registró su mayor extensión: 28 millones de kilómetros cuadrados.
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