Utilizados como reemplazo a los CFC de aerosoles y refrigerantes, los científicos ahora sostienen que son “peores gases de efecto invernadero”, lo cual contribuye con el calentamiento global
En 1989, el Protocolo de Montreal dispuso la reducción global de la emisión de gases industriales, en especial los llamados clorofluoruros de carbono o CFC, para recuperar la estructura de la capa de ozono que protege a los seres vivos de la emisión nociva de radiación ultravioleta. La medida tuvo, en ese plano, un éxito notable: un reciente reporte de las Naciones Unidas confirma que la capa “se encamina hacia su restauración total en las próximas décadas”.
Sin embargo, los gases que ahora se usan en reemplazo, HCFC y HFC, empiezan a preocupar a los científicos por su potencial impacto sobre el clima
HCFC y HFC no dañan la capa de ozono pero “son peores gases de efecto invernadero”, dijo a la Agencia CyTA-Leloir el doctor Pablo Canziani, investigador del CONICET y ex integrante del Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC) de la ONU.
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