A mediados del siglo XIX, durante un viaje entre Trípoli y Tombuctú,
el explorador alemán Heinrich Barth descubrió pinturas y grabados sobre
rocas que representaban escenas de caza y animales. Estos indicios,
datados en entre 5500 y 11.000 años de antigüedad, atestiguan un tiempo
en el que el Sáhara presentaba un aspecto muy distinto al de hoy. De
hecho, el desierto actual se hallaba cubierto de vegetación tropical y
ríos: el Sáhara era «verde». Sin embargo, hace unos 5500 años, la región
experimentó una aridificación extraordinariamente rápida, lo que dio
origen al desierto tal como lo conocemos hoy. Un equipo internacional,
con la participación de Thibaut Caley, del laboratorio Ambientes y
Paleoambientes Oceánicos y Continentales (EPOC, centro mixto del CNRS y
la Universidad de Burdeos), ha demostrado que a ese cambio contribuyó un
descenso de las temperaturas en las altas latitudes del hemisferio
norte.
Precedido y seguido por condiciones climáticas áridas, este período
húmedo en África, que duró unos 6000 años, resultó excepcional. Sin
embargo, se sabe poco sobre cómo terminó, especialmente la velocidad y
la sincronía de la aridificación en toda la región del Sáhara y del
Sahel. Para aclarar esta cuestión, Caley y sus colaboradores analizaron
primero los sedimentos marinos en el Golfo de Guinea. Estaban
interesados en la cera que recubre las hojas de las plantas, cuyos
restos se acumulan en los depósitos sedimentarios. En estas ceras, la
composición de los isótopos estables del hidrógeno permite reconstruir
la intensidad del ciclo hidrológico (esta composición puede guardar
relación con la del agua de lluvia absorbida por las plantas). Con este
indicador, los investigadores han demostrado que la precipitación cayó
bruscamente hace entre 4800 y 5800 años en la región de Camerún y del
Sahel-Sáhara central. En el noreste de África se ha hecho una
observación similar, lo que refleja un fenómeno general. Además, el
descenso de cien metros en el nivel del lago Chad hace 5200 años y el
aumento de polvo en el noroeste de África hace unos 5500 años también
son signos de una gran sequía.
Para entender lo que sucedió, los investigadores estudiaron los
fenómenos atmosféricos que contribuyen al aporte de humedad en la
región. Las fuentes de humedad del Sahel y del Sáhara son, por un lado,
el océano Atlántico y, por otro, el monzón procedente de África Central.
Los volúmenes de precipitación y su estacionalidad están modulados por
dos corrientes atmosféricas, la corriente en chorro del este tropical
(CCET) y la del este africana (CCEA). La primera se desarrolla a gran
altura y cerca del ecuador, mientras que la segunda se sitúa a cotas más
bajas pero más al norte. Si la CCET se ralentiza, las condiciones son
más áridas y, a la inversa, una CCEA más fuerte causa condiciones secas.
Pero ¿qué fenómeno pudo haber alterado ambas corrientes en chorro
para provocar la aridificación del Sáhara? La respuesta podría hallarse
en las altas latitudes del hemisferio norte. De hecho, muchos
indicadores muestran que las temperaturas de verano en la región que se
extiende desde Groenlandia hasta el mar de Noruega habrían descendido
hace entre 5000 y 6000 años. Ello podría deberse a la desaceleración de
las corrientes del océano Atlántico que traen agua caliente y salada
desde bajas latitudes hacia el norte (conocida como circulación
termohalina) o a una expansión del vórtice polar del hemisferio norte,
que trae viento frío más al sur.
Para entender cómo este fenómeno pudo haber influido en las
condiciones climáticas del Sáhara, los investigadores usaron un modelo
numérico del clima que reproduce las condiciones de la época con un
enfriamiento de entre 0,5 y 2,5 °C del Atlántico Norte. Los
investigadores han demostrado que las anomalías de temperatura debió de
manifestarse hasta el norte de África, lo que tendría por efecto una
ralentización de la CCET y, como consecuencia, una reducción de la
precipitación. Además, la caída de las temperaturas del suelo en el
Sáhara también impediría el ascenso del monzón hacia el norte, lo que
llevaría a una disminución de las precipitaciones en el Sahel. Los
investigadores también han demostrado que estas condiciones debieron de
reforzar la CCEA, lo que acentuaría aún más la aridificación de la
región.
Por lo tanto, un cambio en la temperatura en latitudes altas del
hemisferio norte pudo haber desencadenado un efecto de cascada que al
final llevaron a la desaparición desertización del Sáhara. En términos
más generales, como señala Caley, «este trabajo también respalda la
hipótesis de que los cambios futuros de temperatura en las altas
latitudes del hemisferio norte podrían tener importantes repercusiones
en el ciclo hidrológico del Sáhara y, en consecuencia, en la gente de
esa región».
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