Un equipo de químicos del Instituto de Nanociencias de la Universidad
de Sídney ha desarrollado una serie de recubrimientos superficiales
nanoestructurados que evitan la bioincrustación sin el uso de ningún
componente tóxico.
La bioincrustación es la acumulación indeseada de microorganismos,
algas y animales sobre estructuras que se mantienen húmedas durante
largos periodos de tiempo, como los cascos de los barcos, las redes de
cría y pesca y, en menor medida, las cámaras y los sensores marinos.
Sobre todo en los dos primeros casos, la bioincrustación supone un
problema económico de grandes dimensiones para la industria del
transporte marítimo y la acuicultura, puesto que se gastan millones de
dólares en el mantenimiento y limpieza de materiales e infraestructuras.
Asimismo, en los barcos se acaba destinando aún más dinero en
combustible debido al aumento de rozamiento que provoca la proliferación
de organismos en las superficies.
A raíz de la prohibición del uso de tributilo de estaño como agente
que evita la bioincrustación, debido a su toxicidad, se ha acrecentado
la necesidad de nuevos métodos no tóxicos que permitan obstaculizar y
detener la proliferación de organismos marinos. En este sentido, el
grupo de investigación liderado por Chiara Neto, de la Universidad de
Sídney, ha dado con un recubrimiento nanoestructurado que ha descrito en ACS Applied Materials & Interfaces.
El nuevo revestimiento mimetiza la superficie de la planta insectívora Nepenthes
en cuanto que imita sus «nanoarrugas». Esta topografía característica
permite la retención de una capa de agua alrededor de la apertura
superior de la planta. Dicha acumulación de agua hace que la superficie
devenga resbaladiza y que los insectos caigan dentro de la planta, donde
serán digeridos posteriormente.
El recubrimiento desarrollado evita que las bacterias se adhieran a
él, con lo que se inhibe la formación de una biopelícula microbiana que
serviría de sustento para que crecieran otros organismos marinos. Neto
manifiesta interés en comprender el funcionamiento de estas superficies
para poder mejorar su aplicabilidad, especialmente en el campo de la
eficiencia energética. «Se espera que el recubrimiento resbaladizo
disminuya el gasto producido por el rozamiento extra, lo que supondría
que los objetos, como los barcos, se pudiesen mover por el agua gastando
menos energía», cuenta Neto.
En una primera fase en el laboratorio, las superficies tratadas con
el revestimiento nanoestructurado evitaron la bioincrustación por parte
de casi todas las especies comunes de bacterias marinas. Posteriormente,
con la ayuda del biólogo Ross Coleman, también de la Universidad de
Sídney, se probaron en aguas oceánicas. En concreto, las superficies se
ataron a las redes de las piscinas de agua salada del puerto de Sídney
durante siete semanas, y retrasaron notablemente a la bioincrustación.
Además, al tratarse de revestimientos moldeables y transparentes,
también podrían utilizarse para la protección de cámaras y sensores
subacuáticos.
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