En Jalisco no sólo existen paseos turísticos, también está el del horror. Es el recorrido por la contaminación del agua. Este, comienza en el vaso las Pintas –que contiene aguas residuales- en la zona metropolitana de Guadalajara. Sigue por el arroyo el Ahogado donde confluyen el drenaje municipal y descargas de aguas industriales. Continúa por los cuerpos de agua ocultos detrás de las unidades habitacionales y las fábricas, para llegar al otrora Niágara mexicano, la cascada de este municipio que ahora es una cortina de espuma amarillenta que desprende olores pestilentes, donde hay alrededor de 400 plantas de metalurgia, química y farmacéutica, entre otras. Este cauce, desde su nacimiento, pero sobre todo al pasar por la presa el Ahogado -antes de cruzar los poblados de El Salto y Juanacatlán- se ensucia de aguas residuales provenientes de las fabricas y del drenaje de Guadalajara.
Cerca de 150 mil habitantes de la zona están expuestos cotidianamente a respirar aire sucio y los vapores que emergen del agua, lo que deja problemas de salud como cáncer y enfermedades renales; en los últimos 15 años ha crecido el número de enfermos. En El Salto hay alrededor de 2 mil 600 personas enfermas, de ellas 524 son de insuficiencia renal y 236 tienen cáncer. Desde febrero del 2008 hasta 2014, se documentaron 576 fallecimientos, y no hay seguimiento a los casos por parte de la Secretaría de Salud.
Uno de los puntos del “tour del horror” de la estela de contaminación es la colonia Azucena, donde viven unas 11 mil personas. Detrás de las casas pasa el río Santiago. Es el área donde en 2008 el niño Miguel Angel López, cayó al cauce, bebió agua y murió. Detrás de unos montículos, al final de las viviendas, está el río. De él emergen fugas de aguas negras que inundan las calles. El sol quema, no hay árboles que den frescor. Todo es tierra, cemento y el líquido verdoso pestilente.
El “paseo del horror” lo han hecho estudiantes, investigadores, expertos en temas ambientales. “Es una forma de visualizar y entender la problemática que se sufre en los pueblos a partir de la contaminación industrial, que no es controlada por el gobierno ni se ha eliminado”, explica Sofía Enciso, la guía del recorrido.“El río desde hace casi tres décadas está gravemente contaminado. Lo conocido son los metales pesados y el ácido sulfhídrico (que se forma por la descomposición del agua, materia orgánica y las sustancias tóxicas)que con las aguas negras y las industriales, han venido a desmejorar el estado de salud de la población y su calidad de vida. Ha sido una lucha y una petición de la gente que no ha logrado impactar en las autoridades competentes para que hagan el saneamiento del río y esto beneficie su salud”, explica.
Agrega que “son impactantes los números de casos de cáncer”. Cada día se ven personas con estos problemas, “lo que llama la atención es la afectación fulminante. La persona tiene un estado de salud aparentemente estable, y en menos de un mes ocurre el deceso. El cáncer se ha presentado en todos lugares: cerebrales, de retina, de cavidad oral, de corazón, pulmonares, hepáticos, gástricos, de colón, rectales, de mama, de piel, no hay lugar que no se escape de estos problemas”.
La conclusión a que hemos llegado es que “los contaminantes dañan a la salud en el ADN, se fragmenta, producto de la radicales libres (moléculas que genera el cuerpo) que se producen por los contaminantes. Y según la herencia y el medio ambiente se van definiendo a enfermedades crónico degenerativas como cáncer, diabetes, artritis, hipertensión. Tenemos toda la gama de padecimientos crónicos”.
Apunta que la calidad de vida se ha afectado y el promedio de años de vida se ha acortado. También se han dado casos de muertes súbitas que hay que investigar, además de los problemas renales y los siquiátricos relacionados con el ácido sulfhídrico, “hemos tenido casos de suicidios dramáticos”. Cada día “vemos más niños enfermos, desde lactantes. Tenemos menores de un año con tumores renales o leucemias, si se hiciera a fondo una estadística en cuanto a la incidencia de cáncer en la población, no hay calle que se escape de tener un enfermo. Cuando sabemos de alguien que tiene cáncer, nos preguntamos quién será el siguiente. Hay familias con dos o hasta tres enfermos de cáncer”. Las autoridades, dice, han venido pero no han dado seguimiento.
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