El verano y el otoño de 2017 han visto una inusual sucesión de
huracanes, de intensidad sin precedentes, en la costa del Golfo de
México, la costa este de Estados Unidos, Puerto Rico y el Caribe. El
huracán Harvey causó unas inundaciones increíbles en Houston. Irma, uno
de los dos huracanes más intensos jamás registrados en el Atlántico
Norte, sembró la devastación en Florida y en muchas islas del Caribe.
María arrasó Puerto Rico y las islas Vírgenes. Tanta destrucción hace
preguntarse si el cambio climático no habrá influido en acontecimientos
tan extremos. Puede resultar difícil descifrar los huracanes, pero los
expertos van teniendo más claro cuáles serán las consecuencias que un
mundo más cálido tendrá en las tormentas gigantes que azotarán a unas y
otras partes del mundo.
Intensidad de las tormentas
Muchos expertos están seguros de que un mundo más cálido creará
tormentas más fuertes; más aún: de que ya está haciéndolo. Desde 1981,
la velocidad máxima del viento de los huracanes más potentes ha
aumentado, según las investigaciones de Jim Elsner, climatólogo de la
Universidad del Estado de Florida. La razón de ello está en que unos
mares más claientes proporcionan más energía a las tormentas y las hacen
así más intensas. El huracán Patricia, de 2015, estableció un récord de
velocidad máxima del viento en el Atlántico Norte: 346 kilómetros por
hora. Al año siguiente, Winston pulverizaba los récords como ciclón más
intenso del hemisferio austral.
La dinámica entre las tormentas y el calentamiento de los mares se
produce en parte por el papel que los huracanes desempeñan en nuestro
sistema climático. Reequilibran el calor de la Tierra: las tormentas
retiran calor de los mares tropicales en forma de humedad atmosférica y
bombean el calor hacia la atmósfera, donde se redistribuye y se radia
hacia el espacio. «En cierto sentido, los huracanes son una válvula de
escape», explica Kevin Trenberth, científico de la Sección de Análisis
Climático del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica de
Estados Unidos. «Desde el punto de vista climático, se necesita que haya
algunos huracanes para que enfríen el océano, para mantenerlo a una
temperatura razonable. Ningún otro fenómeno puede desempeñar ese papel».
Frecuencia
Se sabe peor cómo afectará el cambio climático a la frecuencia de los
huracanes. Algunos expertos predicen una posible disminución de los
números totales. En lo que se refiere a reequilibrar el calor de la
Tierra, dice Trenberth, «un gran huracán puede desempeñar el papel de
cuatro más pequeños». Tom Knutson, climatólogo del Laboratorio de
Dinámica Geofísica de Fluidos, de la Administración Nacional Océanica y
Atmosférica de Estados Unidos, dice que casi todos los modelos predicen
ese efecto: muestran una disminución del número total de huracanes en
un clima más cálido. Elsner señala, sin embargo, que «hay todavía mucha
incertidumbre sobre este punto».
Tanto Trenberth como Knutson creen que el número de tormentas muy
intensas podría en realidad subir. Algunos estudios arrojan que,
globalmente, «vamos a terminar con más tormentas en el extremo superior,
las categorías 4 y 5», dice Trenberth. Esa tendencia se podría
experimentar en particular en el Atlántico Norte. Elsner es más
dubitativo: dice que la frecuencia de los huracanes más fuertes está
controlada también por la presencia de circunstancias ideales: que no
haya cizalladura de los vientos a gran altura en la altmósfera que
disgregue las tormentas desde arriba, que no haya tierra en su camino
que los rompa desde abajo y que no haya un aire seco que absorba parte
de su humedad. «Se desconoce cómo cambiarán estas condiciones, o
siquiera si cambiarán», afirma.
Tamaño y duración
Los científicos no están seguros todavía de la influencia que el
cambio climático tendrá en la amplitud espacial y la duración de los
huracanes. Los modelos de Knutson y su equipo arrojan que el número de
días de tormentas de categoría 4 y 5 podría incrementarse ligeramente
para finales del siglo XXI. Trenberth piensa que unas temperaturas más
altas del océano significan que quizá las tormentas serán mayores tanto
en su tamaño espacial como en su duración. Observa, sin embargo, que
esas características dependen de cómo se definan los detalles de una
tormenta: en lo que toca a su extensión sobre el océano, ¿dónde se
trazan las fronteras? La «duración», ¿se refiere al tiempo durante el
cual es un huracán de categorías 4 o 5, o a su existencia como tormenta
tropical en general?
Subida del nivel del mar
Los científicos coinciden en que el cambio climático implica que las
subidas del nivel del mar en las costas durante las tormentas van a ser
mayores. Sería así incluso aunque los huracanes no se intensificasen.
«Una vez que se tiene un nivel del mar base mayor», explica Knutson, «se
sumará al ascenso del nivel del agua debido a la tormenta». Si el nivel
ordinario del mar es medio metro más alto, por ejemplo, el aumento en
una tormenta será medio metro mayor de lo que habría sido si no.
Precipitaciones
Los expertos esperan también que el cambio climático pueda
incrementar la intensidad de las precipitaciones durante un huracán. Las
profundas inundaciones, sin precedentes, de la zona de Houston
testifican sin duda a favor de esa idea. Un aire más cálido contiene más
vapor de agua. En el caso de los huracanes, «podría conducir a una
mayor eficiencia: el ritmo al que la lluvia cae de las nubes crece»,
dice Elsner. «Lo estamos viendo en algunas de esas tormentas». Knutson
da un número para este fenómeno: se prevé que el ritmo de la
precipitación en los huracanes aumente en un 7 por ciento por cada grado
centígrado que suba la temperatura de la superficie de los martes
tropicales.
Expansión de sus dominios
Las regiones del mundo que no tienen huracanes podrían tenerlos. A
medida que los océanos se vayan calentando, el territorio de las
tormentas ciclónicas podría extenderse. «Si una tormenta sigue sobre
agua caliente, podrá mantener una gran intensidad», dice Elsner. «Si
esas aguas calientes se expanden, será posible encontrase con esas
fuertes tormentas en lugares [nuevos]». Trenberth está de acuerdo: «hay
que fijarse en Ofelia», que sorprendió a Irlanda y al Reino Unido en
octubre.
Pese a que los científicos investigan esos factores potencialmente
cambiantes, advierten de que muchos de ellos siguen siendo inciertos.
Los huracanes presentan particulares dificultades porque son sucesos
complejos y hasta cierto punto raros. «No solo hay una gran
variabilidad, sino que el registro fiable es corto: [su seguimiento] por
satélite empezó alrededor de 1970», como dice Trenberth. Además, muchas
otras fuerzas, como la débil cizalladura del viento y la baja presión
en la superficie del mar, afectan también a este tipo de tormenta.
Knutson no está tan seguro como otros de que sea ya posible ver en el
registro el influjo del calentamiento global sobre cualquiera de esos
factores (salvo por lo que se refiere a las mayores subidas del nivel
del mar durante las tormentas como consecuencia de un mayor nivel de
base). Es demasiado pronto «para decir que ya podemos detectar este
cambio en los datos, que percibimos que se trata de algo claramente
distinto de la variabilidad natural», sostiene Knutson. «Ello limita
nuestra confianza en las predicciones de lo que ocurrirá en el futuro».
Pero Elsner defiende que la creciente intensidad de los huracanes se
manifiesta ya en el registro de los huracanes. «En estos momentos se ve
ya que los huracanes más fuertes son en todo el mundo cada vez más
fuertes», le escribía en un mensaje de correo electrónico a Scientific American.
Trenberth va más lejos: «el entorno en que todas esas tormentas se
producen es más cálido y húmedo, y sabemos que eso tiene su efecto»,
señala. «Las pruebas apuntan a que el cambio climático está ya con
nosotros».
http://www.investigacionyciencia.es/noticias/la-extrema-temporada-de-huracanes-de-2017-se-debi-al-cambio-climtico-15799
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