Sí es cierto que ya sabíamos que los hongos, al tener una importancia crucial en el ciclo de la materia, intervenían en la conservación y maduración de los ecosistemas. Pero, lo más curioso es, si realmente están directamente relacionados con las plantas y la materia orgánica, difícilmente no tendrían una relación, aunque ésta fuera indirecta, con el dióxido de carbono.
Un estudio reciente, realizado por Colin Averill, Adrien Finzi y Benjamin Turner (Universidades de Texas, Boston y el STRI de Panamá, respectivamente) apunta a que son los hongos y no las plantas, los verdaderos almacenes de dióxido de carbono planetarios. Y no han sido tenidos en cuenta en los modelos climáticos empleados para realizar pronósticos sobre el calentamiento global.
Algunas especies de hongos, entre las que cabe destacar las pertenecientes a las comunidades de micorrizas ericoides y ectomicorrizas, son capaces de almacenar un 70% más de carbono por unidad de nitrógeno en el suelo (respecto a la cantidad estándar establecida sin contar con su influencia en el mismo). Al aprovechar formas orgánicas de nitrógeno a partir de fuentes de materia orgánica muerta, limitan las poblaciones de bacterias que, prosperando en presencia del nitrógeno, liberan gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera.
El resultado: más carbono en el suelo, menos carbono en la atmósfera.
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