martes, 3 de abril de 2018

Mortíferas vulcanólogas.


Eran las ocho de la mañana del jueves 8 de mayo de 1902. Un hombre  hablaba por teléfono con un amigo en Saint Pierre, en la isla caribeña de Martinica (Francia), cuando una nube piroclástica de más de diez km de altura y temperaturas de hasta 1000ºC descendió por las laderas del Mont-Pelée, asolando completamente la ciudad. Más de veintisiete mil personas murieron abrasadas ese día.

Muchas de las víctimas del volcán podrían haberse salvado de haber hecho caso a los signos que, cuatro días antes de la erupción, anunciaron la catástrofe: el domingo 4 de mayo, miles de serpientes venenosas y ciempiés gigantes huyeron de los bosques en la falda del volcán hacia la capital de la isla. Murieron cincuenta personas.

Las serpientes vulcanólogas de la Martinica pertenecen a la especie cabeza de lanza, una variedad de víbora de fosetas endémica de esta isla de las Antillas. Las víboras de fosetas, tienen un órgano sensible a los infrarrojos que les permite detectar pequeños cambios de la temperatura y localizar a sus presas de sangre caliente. Quizás mediante este sistema pudieron predecir la terrible erupción.
El aparato venenoso de los vipéridos es el más evolucionado, con colmillos retráctiles que se abren como la hoja de una navaja en el momento de morder. La familia de los vipéridos comprende unas 50 especies, todas ellas venenosas.

Otra isla famosa por sus serpientes es Queimada Grande, a 30 kilómetros de costa oriental de Brasil, frente al estado de Sao Paulo. Su acceso está vetado, ya que es uno de los lugares con mayor concentración de serpientes venenosas del mundo. Todas son de la misma especie: yarará dorada (Bothrops insularis) una víbora de fosetas endémica de Queimada Grande. Como viven muy apretadas, disponen de poca comida y han de defender su territorio, son muy agresivas.

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