domingo, 18 de marzo de 2018

Badajoz no sabe qué hacer con sus gansos


Los gansos picotean el césped por un tramo del parque del Guadiana.

Ni el Ayuntamiento, ni la Junta de Extremadura, ni los biólogos de la zona consultados, ni sus vecinos. Ninguno sabe con certeza de dónde salieron. Hay dos teorías. A 100 metros de este idílico parque público se encuentra otro, el Castelar, donde habitan unos 60 gansos en libertad controlados por los servicios municipales. De aquí, quizá, podrían haberse escapado unos pocos. O bien: uno o varios vecinos tendrían algunos gansos como mascotas en sus casas y decidieron abandonarlos.

Los gansos se mueven en grupos. En el caso de Badajoz se encuentran repartidos en manadas de entre 35 y 40 por distintas zonas del recinto. Las hembras ponen una media de cuatro a seis huevos al año, que incuban durante 27 o 28 días, de ahí que se multipliquen con tanta rapidez. En comparación con otras aves de corral, tienen una larga vida, aprenden con rapidez y pueden llegar a ser agresivos.

José Antonio, de 52 años, salió a correr esta semana por el parque mientras decenas de gansos caminaban lentamente hacia él: “A mí no me molestan nunca”. A pocos metros, Ángel, de 34, jugaba con su hija Eva en unos columpios: “Todo está lleno de heces. No soy partidario de quitarlos porque a los niños les encanta, pero sí los reduciría”. Jana, de 26, trabaja como camarera en uno de los dos bares del recinto: “Se meten en la cocina, se suben a las mesas, molestan a los clientes y llenan todo de mierda. Tienen que hacer algo ya”.

“Si no hacen nada, esto no va a parar”, cuenta uno de los trabajadores de Joca, la empresa que se dedica a la limpieza y la conservación del parque. “Hay miles de excrementos, no paramos de limpiar y ahora es temporada de cría, por lo que serán muchos más”.
El diario Hoy publicaba hace unos días que Alicante podría acoger unos cuantos gansos para un campo de golf. Don Benito y otros pueblos de la zona también se han interesado. Y hasta una empresa ecológica de la comarca estaría dispuesta a hacer paté. Mientras tanto, un grupo de 36 gansos camina lentamente hacia los gusanitos—está prohibido darles de comer— que Victoria, de 40 años, acaba de voltear en el césped. “¿Si este parque no es para ellos, para quién es?”. Los gansos picotean despacio, pero se reproducen deprisa. 

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