domingo, 13 de mayo de 2018

Grecia, sencillos placeres mediterráneos



Las referencias y los estímulos de un viaje a Grecia son inabarcables, haciendo que la aventura comience mucho antes de partir. Grecia es La Odisea y La Ilíada. Nuestros cimientos. Safo y Kavafis. Es La Mirada de Ulises a través de Angelopoulos y su director de fotografía, Yorgos Arvanitis. Son los pulpos de Herbert List, secando al sol. Es Henry Miller en su primera visita a Helena, allá por el año 1939: “Suceden cosas tan maravillosas en Grecia, cosas tan maravillosas y buenas como no pueden suceder en ningún otro lugar del mundo”. Es Elefteria Arvanitaki cantando Dinata.
Vistas al mar Egeo desde el castillo de la isla griega de Sifnos.
Pero Grecia es, sobre todo, un país sencillo que te reconcilia con las cosas básicas de la vida, sin sofisticaciones ni artificios. De Atenas a la península del Peloponeso, más un salto a las islas Cícladas, ruta por un país apasionante al ritmo de un café frappé.

terrizar en Atenas siempre provoca sensaciones encontradas. Por un lado, el caos actual y la anarquía urbanística de la ciudad contrastan con reconfortantes encuentros y vestigios de tiempos mejores. La Acrópolis es sin duda el lugar al que peregrinar y agradecer eternamente a Fideas y Pericles la materialización de una maravilla así.

Vale la pena saborear la ocasión de sentir como en ningún otro lugar el peso de la historia y recrearse en los rituales previos a la escalada a la Acrópolis. Un emplazamiento mágico, donde incluso con las hordas de cruceristas que acechan el lugar es posible abstraerse y disfrutar de la energía y simbolismos de nuestra vieja Europa. El templo de Atenea Niké, el Partenón y el Erecteión.

Tras la dura crisis y los cambios políticos que acuciaron el país, Grecia trata de reponerse y, sin olvidar la austeridad que la caracteriza, se pueden ver indicios de esa recuperación en forma de acupunturas urbanas que reactivan lugares en otros tiempos deteriorados (algunos ciertamente cuestionables, como el intento por parte de Renzo Piano en la nueva ópera y biblioteca nacional).

En busca del acuífero dulce en la ciudad salada

Oro, plata, especias, tabaco, tejidos, vinos, aceites; en el Cádiz del siglo XVIII era más fácil encontrarse con un generoso cargamento de estas preciadas mercancías que con un buen vaso de agua. La burguesía local embelesaba al foráneo con los pingües beneficios del comercio americano, pero a pocos convencía de la calidad de su agua potable. “Carece de agua buena y saludable”, “es detestable de beber”; son algunas de las lindezas que los viajeros le dedicaron. En la ciudad insular, de apenas 4,4 kilómetros cuadrados rodeados de mar, resolvieron el problema con una cara solución: traer el líquido elemento en barcos cargados de barriles desde los manantiales de La Piedad, en El Puerto de Santa María.

Pero ¿y si la respuesta siempre estuvo bajo la misma ciudad? Justo es la incógnita que los ingenieros de la empresa municipal Aguas de Cádiz quieren despejar en estos días con la realización de unos singulares sondeos electromagnéticos. Con ellos, sabrán si la ciudad se sitúa sobre un gran acuífero subterráneo que discurre bajo el mar de la bahía desde zonas del interior, como El Puerto o Puerto Real, y que, paradójicamente, nutrían de agua las botas que viajaban a Cádiz. Hoy, con una red potable óptima, la contrastación de esta hipótesis de partida servirá a un propósito ecológico: el empleo de este líquido acumulado bajo tierra para el riego de jardines y el baldeo de las calles.

ctualmente, la ciudad gasta al año unos 400.000 metros cúbicos de agua para estos dos fines (180.000 para la limpieza de las calles y el resto para el riego de parques y jardines), aproximadamente un 4% del agua que el Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana pone a disposición de la empresa municipal de la capital. Todo ese volumen sale del agua potable con el que se surten los habitantes de la ciudad y procedente de los embalses de los Hurones y Guadalcacín. La ausencia de alternativas a este ineficiente uso de los recursos hídricos hizo que, en 2016, Aguas de Cádiz comenzase a estudiar opciones, entre las que se encuentra la exploración de nuevas explotaciones de agua dulce, como reconoce Álvaro de la Fuente, presidente de la entidad y concejal de Medio Ambiente.

Justo en eso centra su trabajo Antonio Serrano, hidrogeólogo de la empresa Ingeagua, contratada por Aguas de Cádiz para explorar el subsuelo de la ciudad. Desde el pasado 24 de abril y durante algo más de una semana el experto, acompañado de un geofísico, ha realizado sondeos electromagnéticos en el dominio tiempo (SEDT) en 30 espacios de la ciudad. En zonas amplias como plazas, solares o playas y hasta el estadio de fútbol de la ciudad, el Ramón de Carranza, han trazado con cables cuadrados de 50x50 metros, ante la atenta mirada de decenas de curiosos.

Un planeta al que no le alcanza el agua



María es el cándido nombre de un violento huracán que devastó la isla caribeña de Puerto Rico en 2017. Durante al menos dos meses, gran parte de ese territorio en el que residían tres millones de personas se quedó sin electricidad y por lo tanto sin suministro de agua corriente. Eso llevó a algunos portorriqueños a beber de fuentes de agua no seguras como estanques o ríos y en apenas dos meses se registraron más de setenta casos de leptospirosis, una enfermedad tropical que se transmite a través de agua contaminada con orina animal

La escasez es un grave problema para los etíopes.No era la primera vez que Puerto Rico se quedaba sin agua. En años recientes la mala calidad de las infraestructuras ya había provocado pérdidas e interrupciones en el suministro y, además, se habían producido fuertes sequías que habían disminuido temporalmente la disponibilidad de agua, obligando a racionarla. Por lo tanto en Puerto Rico, como en muchos otros lugares, al problema de la sequía se añadía otro más: la mala gestión de los recursos hídricos durante décadas, algo que acentúa los efectos de la climatología extrema, por ejemplo, de un huracán.

Lo que acabamos de describir son diferentes síntomas de la misma enfermedad: la escasez de agua. Se define como “la brecha entre el suministro disponible y la demanda”. Es decir, cuando no hay agua suficiente para abastecer a toda la gente que la necesita ni se pueden cubrir todas las necesidades de una sociedad, como las agrícolas o industriales. Es un fenómeno complejo que se manifiesta de diferentes maneras pero que, a grandes rasgos, tiene tres caras: la escasez física –el agua falta físicamente–, la escasez económica –cuando no hay recursos suficientes para construir infraestructuras que lleven el agua a todo un país–, y la escasez institucional –gobiernos incapaces de gestionar el agua–. Una descripción que sirve para entender que la escasez de agua puede tener muchas causas que a menudo confluyen y contra las que es difícil luchar en solitario: si se quieren conseguir resultados hace falta enfrentarse a todas al mismo tiempo.

Nueva Zelanda registra una ola de 23,8 metros, “la más alta del hemisferio sur”



23,8 metros. Una boya ubicada en las proximidades de la isla Campbell (al sur de Nueva Zelanda) ha registrado este martes una ola individual enorme, de casi 24 metros, según ha informado el servicio meteorológico del país. Los científicos de Nueva Zelanda creen que es la onda más alta jamás registrada en el hemisferio sur, al superar el último récord conocido, el de la ola controlada en la isla australiana de Tasmania en 2012, con 22,03 metros, según recoge la cadena británica BBC, que se basa en este comunicado de Metocean.
Una ola en el Océano Pacífico.
El servicio meteorológico de Nueva Zelanda instaló una boya alimentada con energía solar el pasado 2 de marzo al sur de la isla Campbell, ubicada en el océano Pacífico y que forma parte de las denominadas islas subantárticas (que rodean la Antártida). Cada tres horas, esta herramienta para medir el oleaje funciona durante 20 minutos y manda información vía satélite. La onda de 23,8 metros, según ha explicado a la BBC el doctor Tom Durrant —oceanógrafo del servicio meteorológico del país—, fue generada por un sistema de baja presión y una tormenta con vientos de poco más de 120 kilómetros por hora.

Enrique Álvarez Fanjul, jefe del área de oceanografía física de Puertos del Estado, también hace hincapié en esta zona del planeta. “El océano Antártico da la vuelta al mundo sin que esté bloqueado por tierra”, explica por vía telefónica. Cuánto más superficie sin tierra, más fácil es el desarrollo de olas grandes.

Así, el Atlántico presenta oleajes más altos que el Mediterráneo. “En estas zona es más fácil que sople el viento, que transfiere la energía a las olas”, señala Álvarez Fanjul, refiriéndose al Atlántico. Puertos del Estado cuenta con una red de 25 boyas para medir el oleaje, el viento y la corriente marítima de las costas españolas. Las boyas están instaladas de manera permanente y transmiten información cada hora.

¿Cuántas emisiones contaminantes aporta el transporte marítimo?

Investigadores de la Universidad de Cádiz han comprobado que la potencia de los motores de los barcos, especialmente durante las maniobras próximas al puerto, es una variable indispensable para conocer la cantidad de gases perjudiciales vertidos a la atmósfera. Los expertos consideran que habría que incluir este parámetro en los inventarios de emisiones publicados a nivel mundial.

<p>La emisión de gases de los barcos se acrecientan durante las maniobras de atraque, desatraque y navegación a baja velocidad dentro del puerto. / Fundación Descubre </p>



Científicos del grupo de investigación Eficiencia energética en el transporte marítimo de la Universidad de Cádiz han determinado que el rendimiento del sistema de propulsión de los barcos incide en la cantidad de contaminantes que se vierten a la atmósfera.

Los expertos abogan por su inclusión en los cálculos de inventarios de emisiones para evaluar con más precisión la incidencia de este parámetro sobre la cantidad de gases emitidos. Estos se acrecientan durante las maniobras de atraque, desatraque y navegación a baja velocidad realizadas por las embarcaciones dentro del puerto.

El estudio, publicado en la revista Science of the total Environment, plantea la necesidad inminente de incluir este indicador en todos los modelos matemáticos existentes a nivel mundial que actualmente obvian dicha variable.

La razón para ello se basa en que la potencia de los motores que hacen funcionar una embarcación mediante propulsión waterjet, también denominada por chorro de agua, varía en función del rendimiento de este procedimiento. Dicho sistema consiste en que el barco absorbe agua de mar a través de un conducto situado en el fondo y cuando acelera, provoca el empuje necesario para conseguir impulsarlo.

En cambio, en el caso de la propulsión por hélice, su rendimiento se ha considerado constante en este tipo de estudios de inventarios energéticos y de emisiones. “Este aspecto es verdaderamente importante en el Estrecho de Gibraltar porque el 27% de las emisiones que se producen en esta zona provienen de buques con este clase de propulsión waterjet”, asegura el investigador de la Universidad de Cádiz Juan Moreno, uno de los responsables de este trabajo y embajador de la Organización Marítima Internacional (OMI).

De hecho, otros indicadores como el calado del barco (la parte sumergida que depende de la carga que transporta la embarcación), las condiciones meteorológicas o el estado de mantenimiento del casco y de la hélice se han empezado a tener en cuenta recientemente, a raíz de que en el año 2014 la Organización Marítima Internacional definiera un método matemático que sí los incluía.

Los castores ayudan a limpiar los ríos contaminados.

Multitud de árboles son talados cerca de los ríos por los castores, protagonistas de #Cienciaalobestia. Estos roedores fabrican con los troncos de madera diques que retienen la corriente de agua. Estas estructuras no solo les sirven de hogar, sino que también ayudan a filtrar los contaminantes procedentes de la tierra y a retener la erosión del suelo, según un nuevo estudio.




Los castores construyen diques en los ríos a partir de troncos de árboles que talan con sus propios dientes. Pero contrariamente a lo que podría parecer, las estructuras que crean son beneficiosas para los ecosistemas. Un nuevo estudio revela que con su trabajo los castores ayudan a eliminar los contaminantes de los arroyos y detener la pérdida de suelo agrícola.

Para llegar a esta conclusión, un equipo de la Universidad de Exeter (Reino Unido) empleó durante siete años castores eurasiáticos (Castor fiber) en cautividad para demostrar el impacto de estos animales en la reducción de toneladas de tierra de campos agrícolas cercanos a los ríos.

Los científicos descubrieron que una sola familia de estos roedores era capaz de eliminar del agua altos niveles de sedimentos, nitrógeno y fósforo en su recinto de 2,5 hectáreas. Los animales construyeron 13 presas, lo que redujo la velocidad del flujo del agua y creó una serie de profundos estanques donde antes había un pequeño arroyo.

Al medir la cantidad de sedimentos suspendidos y los contaminantes que fluía en el agua y compararla con la que salía del lugar de los castores, los investigadores mostraron que las presas habían atrapado más de 100 toneladas de sedimentos, el 70% de las cuales era suelo que se había erosionado desde los campos intensivos de pastizales río arriba.

Labor ecológica

Investigaciones posteriores revelaron que este sedimento contenía altas concentraciones de carbono (15,90 toneladas), nitrógeno y fósforo (0,91 toneladas), nutrientes que amenazan la vida silvestre en ríos y arroyos y que deben ser eliminados del suministro de agua humana para cumplir con los estándares de calidad del agua potable.

“Es motivo de gran preocupación observar tasas tan altas de pérdida de suelo de tierras agrícolas, que superan con creces las tasas de formación de suelos”, explica Richard Brazier, líder del trabajo.

“Sin embargo, las presas de castores pueden contribuir en gran medida a mitigar esta pérdida de suelo y también a atrapar contaminantes. Si las presas de castor fueran más frecuentes en el paisaje, sin duda veríamos estos efectos aportan múltiples beneficios en todo el ecosistemas”, añade.

¿Qué está haciendo que aparezcan aligátores en las playas y orcas en los ríos?

Un aligátor fotografiado en una playa. En algunos lugares han adoptado una dieta casi exclusivamente marina

Un estudio publicado recientemente en la revista «Current Biology» sugiere que varios grandes depredadores están recolonizando los ecosistemas donde vivían antes de que la presión del hombre les apartara de ellos. La publicación concluye que la recuperación de poblaciones de animales como aligátors, orcas o pumas, les está permitiendo volver a lugares donde normalmente no se les avistaba.

En los últimos años se ha incrementado el avistamiento de grandes depredadores en lugares inusuales. Muchos han sugerido que esto ocurre porque estos animales están expandiendo sus hábitats para buscar comida, pero Silliman ha concluido que no es el caso.

Los pumas, entre otros, están recuperando hábitats donde no habían aparecido en años.

Después de recoger datos de recientes investigaciones y datos del gobierno, esta investigación ha concluido que los aligátores, las nutrias marinas, las nutrias de río, las ballenas grises, los lobos grises, los pumas, los orangutanes y las águilas calvas, entre otros muchos, son ahora animales tan abundantes en los «nuevos» hábitats como en los tradicionales. Esto, según el investigador, supone unas oportunidades muy interesantes para la conservación.

Aligátores en las playas
En opinión del científico, lo que está ocurriendo es que estos animales están mostrando ahora lo versátiles que en realidad son. Según Silliman siempre se ha pensado que estos grandes depredadores eran especialistas que vivían en hábitats muy concretos, y normalmente remotos. Pero ahora que se han recuperado algunas de sus poblaciones, estos animales han podido volver a lugares donde vivían antes.

Por tanto, no es que los aligátors adoren las marismas, que las nutrias lo hagan mejor en los bosques de kelp, que los orangutanes necesiten bosques vírgenes o que los mamíferos marinos prefieran aguas polares. «Lo que ocurre es que esta percepción está basada en estudios y observaciones hechas cuando estos animales estaban en una drástica caída», dice Silliman.

Por ejemplo, ahora se ha detectado que el 90 por ciento de la dieta de algunos aligátors está satisfecha con rayas, tiburones, gambas, cangrejos y manatíes, lo que muestra que se desempeñan muy bien en el hábitat marino.