Oro, plata, especias, tabaco, tejidos, vinos, aceites; en el Cádiz del siglo XVIII era más fácil encontrarse con un generoso cargamento de estas preciadas mercancías que con un buen vaso de agua. La burguesía local embelesaba al foráneo con los pingües beneficios del comercio americano, pero a pocos convencía de la calidad de su agua potable. “Carece de agua buena y saludable”, “es detestable de beber”; son algunas de las lindezas que los viajeros le dedicaron. En la ciudad insular, de apenas 4,4 kilómetros cuadrados rodeados de mar, resolvieron el problema con una cara solución: traer el líquido elemento en barcos cargados de barriles desde los manantiales de La Piedad, en El Puerto de Santa María.
Pero ¿y si la respuesta siempre estuvo bajo la misma ciudad? Justo es la incógnita que los ingenieros de la empresa municipal Aguas de Cádiz quieren despejar en estos días con la realización de unos singulares sondeos electromagnéticos. Con ellos, sabrán si la ciudad se sitúa sobre un gran acuífero subterráneo que discurre bajo el mar de la bahía desde zonas del interior, como El Puerto o Puerto Real, y que, paradójicamente, nutrían de agua las botas que viajaban a Cádiz. Hoy, con una red potable óptima, la contrastación de esta hipótesis de partida servirá a un propósito ecológico: el empleo de este líquido acumulado bajo tierra para el riego de jardines y el baldeo de las calles.
ctualmente, la ciudad gasta al año unos 400.000 metros cúbicos de agua para estos dos fines (180.000 para la limpieza de las calles y el resto para el riego de parques y jardines), aproximadamente un 4% del agua que el Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana pone a disposición de la empresa municipal de la capital. Todo ese volumen sale del agua potable con el que se surten los habitantes de la ciudad y procedente de los embalses de los Hurones y Guadalcacín. La ausencia de alternativas a este ineficiente uso de los recursos hídricos hizo que, en 2016, Aguas de Cádiz comenzase a estudiar opciones, entre las que se encuentra la exploración de nuevas explotaciones de agua dulce, como reconoce Álvaro de la Fuente, presidente de la entidad y concejal de Medio Ambiente.
Justo en eso centra su trabajo Antonio Serrano, hidrogeólogo de la empresa Ingeagua, contratada por Aguas de Cádiz para explorar el subsuelo de la ciudad. Desde el pasado 24 de abril y durante algo más de una semana el experto, acompañado de un geofísico, ha realizado sondeos electromagnéticos en el dominio tiempo (SEDT) en 30 espacios de la ciudad. En zonas amplias como plazas, solares o playas y hasta el estadio de fútbol de la ciudad, el Ramón de Carranza, han trazado con cables cuadrados de 50x50 metros, ante la atenta mirada de decenas de curiosos.
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