Un estudio liderado por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales constata que la disminución de las deposiciones de contaminantes, y sobre todo el incremento de CO2 atmosférico, han estimulado la fotosíntesis y el secuestro de carbono por parte de los bosques. El ritmo de captura y de emisión de carbono por parte de los bosques depende en gran parte de la composición cambiante de la atmósfera. Es clave, pues, entender cómo circula el carbono entre la atmósfera, los seres vivos, los océanos y los suelos para anticipar los efectos del cambio climático.
El artículo primero evalúa como ha interaccionado el CO2 de la atmósfera con los bosques. Los vegetales absorben el CO2 para crecer mediante la fotosíntesis. Si aumenta el CO2 en la atmósfera la fotosíntesis es más eficiente porque las plantas tienen más carbono disponible, y por tanto, crecen más, como cuando se utiliza un fertilizante. La investigación ha analizado 23 bosques de Europa y los Estados Unidos y ha comprobado que los bosques han fijado un 1% más de carbono cada año desde 1995 hasta 2011.
De este modo, durante las últimas dos décadas, los bosques han sido unos grandes aliados para frenar el cambio climático. Se estima que han secuestrado de media el 30% del CO2 emitido por la actividad humana. Sin embargo, otros estudios alertan que este efecto fertilizante se está reduciendo y que los ecosistemas terrestres, saturados y limitados por la falta de agua y otros nutrientes como el azufre y el nitrógeno, cada vez pueden capturar carbono a menor ritmo y podrían pasar a emitir más de lo que absorben.
Por otra parte, según los autores, los bosques ahora son más productivos gracias a que la mejora de políticas ambientales ha frenado la deposición de azufre y nitrógeno provenientes de gases contaminantes en los ecosistemas. Estos dos elementos son los principales responsables de la lluvia ácida, y con su reducción ha mejorado la salud de los bosques. Sin embargo, el estudio pone de manifiesto que el entramado es tan complejo que hay que tener en cuenta la menor llegada de nitrógeno al ecosistema. Esto lo puede haber convertido en un nutriente escaso y provocar que el crecimiento de las plantas, y la consecuente captura de carbono atmosférico, se frenen.
"Por lo tanto, hay que considerar todos los elementos que componen la atmósfera y cómo fluctúan en ella. El flujo o movimiento de carbono a través de los ecosistemas responde a un conjunto complejo de relaciones que estimulan a la vez la captación y la emisión de carbono", explica el autor principal del estudio e investigador del CREAF y de la Universidad de Amberes , Marcos Fernández Martínez.
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