martes, 8 de mayo de 2018

La innovación budista para adaptarse al cambio climático

Jean Paul es un experimentado viajero francés que conoce bien el Tíbet y es un apasionado de la región ladakhi. El verano pasado, al visitar el lago Tsokar, uno de los lugares favoritos para la observación de aves migratorias, se llevó una desagradable sorpresa: el lago estaba prácticamente seco. Según le explicaron los lugareños, era la primera vez que lo veían así. La grulla de cuello negro, un ave mítica en el budismo tibetano, estaba ausente, y solo algunos asnos salvajes merodeaban alrededor de lo que era ahora un humedal seco. La sorpresa de Jean Paul se podría explicar por la combinación del descenso de nevadas y un aumento sostenido, muy importante, de las temperaturas.

La solución: un cono helado

La deglaciación y su impacto en la agricultura se convirtieron en la obsesión de Sonam Wangchuk, un ingeniero y pedagogo ladakhi. No fue el primero: a finales de los noventa, otro ingeniero local llamado Chewang Norphel ya creaba grandes lagos helados en las laderas de la alta montaña desviando arroyos. Pero Norphel tenía un obstáculo para acercar estas reservas a las aldeas: la altura. Fascinado por esta innovación, Wangchuk se propuso superar el obstáculo.
Un trozo de hielo debajo de un puente en un día soleado de mayo dio la pista a Wangchuk: el hielo se conservaba por la sombra a pesar del calor. Esa imagen le inspiró para diseñar una estructura cónica donde el hielo se da su propia sombra. “La base ancha de un cono permite que más superficie de hielo se sombree a sí misma (…) Mientras los glaciares planos se derriten en días, uno cónico puede tardar semanas” , explica Wangchuk en el vídeo promocional The monk, the engineer and the artificial glaciar (El monje, el ingeniero y el glaciar artificial).

Tecnología y desarrollo sostenible

A las orillas del río Indo, escondido entre vastas explanadas desérticas, cerca del pueblo de Phey, se encuentra la escuela residencial Secmol, fundada por Wangchuk en 1988. Su criterio de admisión es bien peculiar: haber fracasado en algún otro centro escolar. Entre edificios tradicionales de adobe, hornos solares, invernaderos y huertos, muchos jóvenes ladakhis aprenden un oficio para desarrollar sus aldeas de forma sostenible.
Una estupa de hielo, por la noche.
Es allí donde Wangchuk ha desarrollado con sus alumnos las estupas de hielo. En una clase grabada para un documental de la cadena AlJazeera, el profesor explica a sus estudiantes con un tubo de manguera y un cubo lleno de agua cómo se construye una estupa de hielo. El cubo se coloca arriba de una pendiente y, la manguera se utiliza como sifón. Wangchuk dobla un tramo y el agua brota hacia arriba, “cuando cae y entra en contacto con el viento de 20 grados negativos se congela”, describe el maestro.
El cubo de agua representa un arroyuelo a 60 metros de altura, el cual se bifurca a través de una tubería, representada por el tubo de la manguera. La tubería recorre casi tres kilómetros bajo tierra hasta la base de la estupa; allí su única salida es a través de la tubería vertical de 15 metros, el tramo doblado de la manguera. En su extremo se encuentra un aspersor para que el agua, al caer, cree una base amplia.
Cuando las temperaturas descienden sin piedad entre diciembre y enero, el equipo de Wangchuk se pone en marcha. Trabajan de noche para aprovechar las temperaturas gélidas y la oscuridad y así se forme el hielo rápidamente. En cuestión de semanas las estupas alcanzan los 25 metros de altura y una capacidad superior a los 150.000 litros. El objetivo es que puedan suministrar agua para el riego a los campos desde marzo hasta mayo, “meses críticos para la siembra”, señala Wangchuk para el canal indio Factor Daily.

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